viernes, 1 de junio de 2018

Tienes un nudo en tu espalda
Y es, al mismo tiempo, un nudo en tu vida
Viajas por una cueva oscura dentro tuyo; encuentras rastros de algo
pequeños objetos
ves sombras en movimiento, pero te confundes, porque no sabes qué es
hace mucho frío y hay humedad en esa cueva...
te quedas en silencio, en absoluta quietud y encuentras una luz áurea
te da tibieza y serenidad
dejas que su calor te recorra la piel lentamente 
y luego, 
penetre tu cuerpo.
esa luminosidad viene desde dentro y comienza a llenar poco a poco
todo tu interior
avanzando por cada rincón
escuchas un canto dulce
una voz tierna
sientes paz
solo paz
y luego, 
una vibración de sentimiento amoroso
crea una burbuja
caminas dentro de ella
es blanda, es dúctil y suave
se expande con cada movimiento y se une a otras
otras burbujas
que suavemente avanzan 
es una pradera
todo está verde y florecido
se siente el aroma a manzanilla
el aire entra y sale de los pulmones
la respiración es suave y serena
la luz sigue allí
todo es luz
todo es suavidad
existe un ámbito donde habitar
lo hemos construido
palmo a palmo
con ternura y amor

jueves, 3 de mayo de 2018

Las palabras suenan a horror cuando el espanto es historia cotidiana. ¿de cuántas muertes tendremos que morir antes de nacer nuevamente?
será esto el último grito de espanto?
Las estrellas parecen algo lejanas en este invierno... solo hay mensajes de compra y venta, nadie se detiene a pronunciar algunas viejas palabras, que antes salían volando de los labios como mariposas, ahora su vuelo se ahoga en el pecho y alguno ni siquiera saben que una vez existieron.

hoy quiero hacer una guirnalda con ellas para ponerla a la entrada de mi casa y recibirte en las tardes hambrientas, cuando ya no hay más remedio, cuando ya no existen los consuelos.

Saldrán volando como cascada atronadora y volveremos a respirar su aroma de nuevo.

lunes, 30 de abril de 2018

Estábamos en la Felicur.

Mientras escogía nueces y almendras, escuché la voz de una mujer; era una voz potente cantando una ranchera. Levanté mi mirada por sobre las cabezas de la gente, intentando encontrar a la dueña de esa voz. pero por más que me afanaba no conseguía verla.

A medida que me fui acercando a la esquina, la canción se escuchaba cada vez más fuerte. Entonces por fin pude ver a la dueña de esa voz; era una adolescente, que apenas había dejado de ser niña, hacía poco tiempo. Vestía unos jeans claros y una polera corta, que dejaba su ombligo al aire. Era delgada y frágil. tenía una melena corta y los ojos verdes.

En su mano derecha llevaba su celular y, colgando de la pretina izquierda de su pantalón, un pequeño parlante. Mientras caminaba continuaba su karaoke. Le di unas monedas, me lo agradeció con una sonrisa adulta. que me pareció condescendiente, como si yo fuera una niña y le causara gracia mi admiración por su talento.

Me alejé por el segundo pasillo en busca de frutas. a los minutos me la encontré de nuevo, parecía alegre; caminaba rápido y decidida hacia algún lugar. No pude evitar fijarme en sus pasos; me causaba inmensa curiosidad su vida, sus circunstancias.

Casi un metro más atrás, la seguía un chiquillo de su edad; iba fumando un cigarro largo con una actitud sencilla y admirativa. Ella hablaba con una voz ronca y carraspeada. Al pasar escuché que le decía:

- Aquí están toas las manos.

Parecía que había sido una buena jornada; seguramente había reunido más de lo esperado.


sábado, 25 de noviembre de 2017



Una sonrisa nublada es aquella que esconde otras emociones... se conjuga con una mirada punzante y filosa. Esa sonrisa se clava en el pecho, tiñe todo el aire con su color gris y mentiroso. No le creo a su azuladas intenciones, lo que quiere decir es justamente lo contrario a lo que dice; lo que sueña es precisamente lo que oculta.


Hay tantas de esas sonrisas dando vueltas por ahí, esas sonrisas están llenas de una rabia contenida, de preguntas encendidas y oscuras, socavan y ellas mismas son un cuchillo...

Aún no he aprendido a convertir mi piel en coraza, aún me laceran y me arden en lo hondo del pecho... pero estoy haciendo un fino cristal con la arena de esta playa; un fino pero potente cristal que resiste esa mímica falsa, que aguanta su energía; este cristal es como un espejo para cuando alguien lance su falso destello, pueda ver su rostro transfigurado y se asuste del propio horror de su pantomima.

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domingo, 29 de octubre de 2017

Una escena pictórica

Una niña golpeaba su muñeca con un lápiz grafito en repetidos y continuos movimientos. El sonido del golpe de la madera con el hueso era suave y sordo, pero en el silencio de la sala se agigantaba, llenando todos los rincones.

Al principio el insistente golpe, interrumpió mis pensamientos y tuve que levantar la vista para descubrir de dónde venía. Pero luego de observarla, enmarcada además por la luz que venía desde la ventana, la escena me pareció una especie de epifanía, uno de esos sucesos anónimos, pero trascendentales.

Era como un cuadro vivo, una representación del aburrimiento; la ansiosa calma que precede a la libertad después del toque de campana.

miércoles, 25 de octubre de 2017

CARICIAS FELINAS


Estuve pensando en algún gesto que haya visto en estos últimos días. Merodean en mi mente varias ideas pero finalmente me quedo con un gesto sencillo, noble, tierno: se trata de las manos de mi hijo acariciando a nuestro gato.

Fue hace unos días atrás, cuando entré a su pieza para decirle buenas noches. Entonces vi al Digno (así se llama nuestro gato) estirado sobre el cuerpo de mi hijo, estaba tirado de espalda y con las patitas abiertas dejaba que le acariciara el vientre desde principio a fin, hasta terminar en su cuello.

Sentí que la expresión del rostro del felino se fundía con el movimiento expresivo de las manos de mi hijo. Pero lo que más me conmovió fue la delicadeza, el cuidado que Lautaro ponía en su tarea. Tenía cuidado, como si un gesto brusco, fuese a destruir la armonía del momento.

Me quedé un rato cntemplando la escena, pero luego no pude evitar sentirlo como una invitación y tratando de no interrumpir el equilibrio exquisito que veía, me aproximé para unirme a ellos. Me recosté en la cama y comencé a hacerles cariño a ambos.



Sentí que hoy en día momentos como este, son un oasis; la ternura tiene algo en común con las especies amenazadas.

Por eso, siento que aquel gesto fue una invitación no solo a ser partícipe, sino también a cultivar esta emoción en lo cotidiano, para intentar recuperar algunos de sus códigos y sus fundamentos más profundos.

No hablo de esa ternura que se transa como producto en el comercio, no hablo de los clichés que se han instalado en nuestra cultura, como una imposición de un modelo económico; me refiero más bien a esa vibración humana que es capaz de acoplarse con la vibración de otros u otras, para entrar en una misma sintonía; generando un momento sereno, dulce, armónico que nos llama a quedarnos y querer regresar a él como un pequeño oleaje que se transfigura en fuga eterna, de todo aquello que nos colma y nos daña.

La ternura nos limpia, nos lame las heridas como felino, con la misma cadencia de sus movimientos.

domingo, 15 de octubre de 2017

El vaso de la torta

Si tuviera que detenerme en alguno de los gestos de ayer que registré en mi memoria, me quedo con las manos de una mujer.

Estaba en el cumpleaños de una amiga y, antes de partir la torta, su mamá, incrustó un vaso al medio. Esa es una tradición que forma parte de nuestra cultura, sin embargo hace mucho tiempo no lo veía. Alguien una vez me explicó que esa costumbre tenía su razón de ser: era algo así como el privilegio de la matriarca. Otra vez me dijeron que lo del vaso en realidad era un truco, para que se cortara mejor la torta. Sea lo que sea, desde niña me pareció que detrás de ese pequeño acto se escondían una serie de misterios.


En fin... Cuando todos comenzamos a comer, giré la vista y la vi a ella, hurgando con su tenedor dentro del vaso para sacar los pedazos que se pegaban al fondo, negándose a salir.

La delicadeza del movimiento de su mano, llamó poderosamente mi atención. Intenté descrifar todo lo que había detrás de ese gesto. En primer lugar, el saber que ese trozo especial de la torta, el corazón, se reservaba para ella; en segundo lugar, entender que esa era también una merecida recompensa para quien se había afanado en preparar la fórmula de aquel exquisito sabor a hogar, sabor a mamá.
 

No tomé fotos de aquel gesto, pero aún puedo sentir la huella de sus movimientos en el aire...