
Un gesto es un movimiento, un pequeño y sutil movimiento que, dependiendo del lugar, la forma y el momento, está lleno de significados y connotaciones. Pero no solo es eso, también es espesura, porque tiene densidad, matices y aromas. Están por todos lados, volando y proliferando, pero por alguna extraña razón a veces nuestra atención se fija solo en uno de ellos, solo uno parece capturar todos nuestros sentidos.
Un gesto puede estar hecho de aire y de dedos gráciles, deslizándose por una superficie; de labios, brillo de ojos y mucho desprecio; también puede comprometer el antebrazo, el entrecejo y la violencia. O incluso puede estar construido con una cadena de silencios entrelazados con otros pequeños detalles, con ritmo, color y forma.
Una vez entré a una sala amplia y solitaria, su tranquilidad parecía inquebrantable con la luz del sol, colándose por la ventana; hasta que de pronto un sonido vivo me hizo saber que a parte de mí, había otra presencia en ese lugar; dirigí mis pasos hacia aquel sonido, intentando descubrir de qué se trataba. Era un pequeño pájaro atrapado en una persiana, tratando de escapar, su revoloteo infructuoso estaba compuesto por una multiplicidad de gestos. Me fue imposible captarlos todos, no tenía forma de registrarlos uno a uno; solo recuerdo que en esos movimientos apresurados había algo universal, representando a su vez a otros gestos. Muchas veces debo haberme visto como él, pensé.
Por eso me he propuesto observar, describir, analizar todas esas señas, guiños, mímicas que no son más que una proyección de nosotros mismos. Quiero aprender desde la subjetividad de mi experiencia; observar sin pudores unas manos en un teclado; unos labios emergiendo desde una bufanda, unos dedos arreglándose un mechón detrás de la oreja.... mirar la infinidad de gestos cotidianos, pero al final quedarme solo con uno.

Hace unos años atrás conocí a un turista coreano; llevaba una cámara fotográfica consigo, pero solo tomaba una foto diaria; según me explicó, antes, cuando viajaba, tomaba tantas fotos, que luego se confundía; no sabía cuál era cuál, de qué lugar, a qué momento correspondía. Por eso en su último viaje, esperaba el instante preciso, exclusivo, que valía la pena retratar, y... click, sacaba la foto.
Como él, solo escogeré una escena diaria, un gesto que por su forma, por su color o por su intensidad, amerite registrar. Entonces me detendré en él para intentar capturar su esencia pero sin cámara ni lápiz, solo a partir de las palabras.
Alguien que no sabía cómo describir bien a una mujer que conocía, simplemente dijo: "tiene un lindo modo". Creo que con esa frase se refería a los gestos que hacía.
¿Hay algo más significativo y auténtico que un gesto?
Solo allí se resume todo, se devela algo esencial de lo que somos.