domingo, 29 de octubre de 2017

Una escena pictórica

Una niña golpeaba su muñeca con un lápiz grafito en repetidos y continuos movimientos. El sonido del golpe de la madera con el hueso era suave y sordo, pero en el silencio de la sala se agigantaba, llenando todos los rincones.

Al principio el insistente golpe, interrumpió mis pensamientos y tuve que levantar la vista para descubrir de dónde venía. Pero luego de observarla, enmarcada además por la luz que venía desde la ventana, la escena me pareció una especie de epifanía, uno de esos sucesos anónimos, pero trascendentales.

Era como un cuadro vivo, una representación del aburrimiento; la ansiosa calma que precede a la libertad después del toque de campana.

miércoles, 25 de octubre de 2017

CARICIAS FELINAS


Estuve pensando en algún gesto que haya visto en estos últimos días. Merodean en mi mente varias ideas pero finalmente me quedo con un gesto sencillo, noble, tierno: se trata de las manos de mi hijo acariciando a nuestro gato.

Fue hace unos días atrás, cuando entré a su pieza para decirle buenas noches. Entonces vi al Digno (así se llama nuestro gato) estirado sobre el cuerpo de mi hijo, estaba tirado de espalda y con las patitas abiertas dejaba que le acariciara el vientre desde principio a fin, hasta terminar en su cuello.

Sentí que la expresión del rostro del felino se fundía con el movimiento expresivo de las manos de mi hijo. Pero lo que más me conmovió fue la delicadeza, el cuidado que Lautaro ponía en su tarea. Tenía cuidado, como si un gesto brusco, fuese a destruir la armonía del momento.

Me quedé un rato cntemplando la escena, pero luego no pude evitar sentirlo como una invitación y tratando de no interrumpir el equilibrio exquisito que veía, me aproximé para unirme a ellos. Me recosté en la cama y comencé a hacerles cariño a ambos.



Sentí que hoy en día momentos como este, son un oasis; la ternura tiene algo en común con las especies amenazadas.

Por eso, siento que aquel gesto fue una invitación no solo a ser partícipe, sino también a cultivar esta emoción en lo cotidiano, para intentar recuperar algunos de sus códigos y sus fundamentos más profundos.

No hablo de esa ternura que se transa como producto en el comercio, no hablo de los clichés que se han instalado en nuestra cultura, como una imposición de un modelo económico; me refiero más bien a esa vibración humana que es capaz de acoplarse con la vibración de otros u otras, para entrar en una misma sintonía; generando un momento sereno, dulce, armónico que nos llama a quedarnos y querer regresar a él como un pequeño oleaje que se transfigura en fuga eterna, de todo aquello que nos colma y nos daña.

La ternura nos limpia, nos lame las heridas como felino, con la misma cadencia de sus movimientos.

domingo, 15 de octubre de 2017

El vaso de la torta

Si tuviera que detenerme en alguno de los gestos de ayer que registré en mi memoria, me quedo con las manos de una mujer.

Estaba en el cumpleaños de una amiga y, antes de partir la torta, su mamá, incrustó un vaso al medio. Esa es una tradición que forma parte de nuestra cultura, sin embargo hace mucho tiempo no lo veía. Alguien una vez me explicó que esa costumbre tenía su razón de ser: era algo así como el privilegio de la matriarca. Otra vez me dijeron que lo del vaso en realidad era un truco, para que se cortara mejor la torta. Sea lo que sea, desde niña me pareció que detrás de ese pequeño acto se escondían una serie de misterios.


En fin... Cuando todos comenzamos a comer, giré la vista y la vi a ella, hurgando con su tenedor dentro del vaso para sacar los pedazos que se pegaban al fondo, negándose a salir.

La delicadeza del movimiento de su mano, llamó poderosamente mi atención. Intenté descrifar todo lo que había detrás de ese gesto. En primer lugar, el saber que ese trozo especial de la torta, el corazón, se reservaba para ella; en segundo lugar, entender que esa era también una merecida recompensa para quien se había afanado en preparar la fórmula de aquel exquisito sabor a hogar, sabor a mamá.
 

No tomé fotos de aquel gesto, pero aún puedo sentir la huella de sus movimientos en el aire...

viernes, 13 de octubre de 2017

TODO ES GESTO

Un gesto es un movimiento, un pequeño y sutil movimiento que, dependiendo del lugar, la forma y el momento, está lleno de significados y connotaciones. Pero no solo es eso, también es espesura, porque tiene densidad, matices y aromas. Están por todos lados, volando y proliferando, pero por alguna extraña razón a veces nuestra atención se fija solo en uno de ellos, solo uno parece capturar todos nuestros sentidos.

Un gesto puede estar hecho de aire y de dedos gráciles, deslizándose por una superficie; de labios, brillo de ojos y mucho desprecio; también puede comprometer el antebrazo, el entrecejo y la violencia. O incluso puede estar construido con una cadena de silencios entrelazados con otros pequeños detalles, con ritmo, color y forma.

Una vez entré a una sala amplia y solitaria, su tranquilidad parecía inquebrantable con la luz del sol, colándose por la ventana; hasta que de pronto un sonido vivo me hizo saber que a parte de mí, había otra presencia en ese lugar; dirigí mis pasos hacia aquel sonido, intentando descubrir de qué se trataba. Era un pequeño pájaro atrapado en una persiana, tratando de escapar, su revoloteo infructuoso estaba compuesto por una multiplicidad de gestos. Me fue imposible captarlos todos, no tenía forma de registrarlos uno a uno; solo recuerdo que en esos movimientos apresurados había algo universal, representando a su vez a otros gestos. Muchas veces debo haberme visto como él, pensé.

Por eso me he propuesto observar, describir, analizar todas esas señas, guiños, mímicas que no son más que una proyección de nosotros mismos. Quiero aprender desde la subjetividad de mi experiencia; observar sin pudores unas manos en un teclado; unos labios emergiendo desde una bufanda, unos dedos arreglándose un mechón detrás de la oreja.... mirar la infinidad de gestos cotidianos, pero al final quedarme solo con uno.


Hace unos años atrás conocí a un turista coreano; llevaba una cámara fotográfica consigo, pero solo tomaba una foto diaria; según me explicó, antes, cuando viajaba, tomaba tantas fotos, que luego se confundía; no sabía cuál era cuál, de qué lugar, a qué momento correspondía. Por eso en su último viaje, esperaba el instante preciso, exclusivo, que valía la pena retratar, y... click, sacaba la foto.

Como él, solo escogeré una escena diaria, un gesto que por su forma, por su color o por su intensidad, amerite registrar. Entonces me detendré en él para intentar capturar su esencia pero sin cámara ni lápiz, solo a partir de las palabras.

Alguien que no sabía cómo describir bien a una mujer que conocía, simplemente dijo: "tiene un lindo modo". Creo que con esa frase se refería a los gestos que hacía.

¿Hay algo más significativo y auténtico que un gesto?
Solo allí se resume todo, se devela algo esencial de lo que somos.























GRIETAS

Quería que una grieta interrumpiera el espacio como un símbolo de otras grietas, otras fisuras que permanecen ocultas e imbricadas en nuestra cultura. Reflexiono sobre el tipo de sociedad que fuimos, el que somos, el que llegaremos a ser; reflexiono por eso mismo en las personas que estamos siendo y en..tenemos tiempo para remediarlo?